Días locos 2: El Cocodrilo
‘Tienes cara de cocodrilo.’
Los judas
me tenían preso en su patrulla.
Esos Ford
todos puteados con las siniestras siglas: ‘PGJ’ y un numero como de ocho
dígitos en las puertas delanteras.
Esos coches
que si veias mejor te convenia mirar hacia oro lado, y dejarlos pasar.
Los ‘Judas’
esos policias judiciales eran el terror de los siete mares para chavos como yo.
Con sus placas especiales y sus chalecos antibalas se dedicaban a llevar acabo
ordenes de la procuraduría de justicia, llevando a cabo redadas antidrogas, cuidando
bancos etc. Famosos por su corrupción, su desprecio por los civiles y su complicidad
en el narcotráfico. -Al menos esa imagen tenia yo entonces.
Pero era cierto que nadie les podía negar nada
a los judiciales. Y los otros polis se cagaban de miedo de ellos al igual que
cualquier civil. Mas arriba de ellos solo estado mayor presidencial.
Si te veían
en tu coche normalmente se te quedaban viendo fijamente para ver si te ponías
nervioso. Si mostrabas miedo te paraban y te registraban tu coche -y tu
persona.
Esa noche
yo no iba manejando un coche. Iba
caminando. Eran las 3am. La avenida ‘Insurgentes’
estaba desierta, solo los letreros de luz neon de los bares y tienditas que aun
estaban abiertas. Sali del bar y mi primo Pedro estaba esperando en el coche
afuera. Le dije que se adelantara porque estaba yo buscandole platica a una
vieja. La vieja me barrio y al salir vi que aun faltaban por salir mi hermano y
otro primo.
“Voy por
unos tabacos wei,” le dije a Pedro.
No logre
avanzar ni una cuadra cuando oí un rechinon de las llantas.
Se me puso
el cuero chino y la adrenalina me sacudió como relámpago al ver ese Ford jodido
con las siglas nefastas y los numeritos esos. Salió de la nada como un depredador.
Me vieron caminando solo con mis grenas rockeras y mi chalequito hipioso y dos
mas dos son: -un pinche fresito que
algo traerá.-
Saltaron
del coche tres “judas” con sus chalecos anti-balas, sus bigotes y sus camisas
desabotonadas; y me rodearon. Intente escapar como un juego de ‘las traes’ a la
ves que buscaba que mi primo me viera desde su coche. En esas me agarro uno de
los judiciales y avento contra el coche nefasto.
Otro me dio
un puñetazo en el riñón derecho. Creo que gemí algo así como “ahí muere, calma,
calma..’
‘Gustas a
acompañarnos,’ declaro uno de ellos mientras me metían por fuerza a la parte
trasera del Ford.
Ahí estaba
el cuarto judicial. Sentado mirándome con una sonrisa picara. Sostenia una lata
de cerveza Tecate y tenia los ojos rojos.
‘Tienes
cara de cocodrilo wei.’
Ya
llevábamos 2 semaforos rojos que se pasaban por los huevos. Sin sirena ni luces
ni nada. Como si estuvieran escapando de la escena de un crimen.
Ni tantita
esperanza de que me haya visto mi primo.
‘Yo no hice
nada,’ les dije pero se cagaron de risa.
‘Ya suelta
lo que traigas pinche burguesito,’ decía uno de los judas de adelante.
‘No, no traigo nada, hiba namas a comprar
cigarros,’
‘A ver
voltéate,’ Dijo el de la Tecate, el jefe seguramente sentado junto a mi con los
ojos rojos y la sonrisa de fumar mota.
Me voltee y
vi que se habían salido de la avenida Insurgentes, de la la civilización con
sus luces de neon, e ibamos cada ves mas arriba hacia los cerros donde están
los barrios rudos, las barrancas, la obscuridad.
Me registro
todos los bolsillos pero aun así me dijo que me encuerara.
Resisti
pero al ver las casuchas cada ves mas humildes y la luz eléctrica cada vez mas
escasa, decidí cooperar. En en fondo de mi mente yo sabia que aquí arriba, en
los cerros, nadie me oiría gritar. Si me querían desaparecer, yo no tenia ya
escapatoria.
‘No trae
nada,’ decía el jefe. Mientras esculcaba en mi cartera de tejido hipioso.
‘Club de
Golf Mexico…’ dijo el jefe leyendo la dirección de la casa de mis papas en mi
licencia de manejo.
‘Ssssss…’
hizo el sonido universal del resentimiento uno de los judiciales de adelante.
Se pararon
en un lugar sin luz. Veía yo todo en cámara lenta, como atraves de un
telescopio en blanco y negro.
‘Hasta aquí
llegue,’ pensé. Pensé también en mi mama y mi papa, en la tristeza y el horror
que sentirían al deciles que su hijo había desaparecido.
‘Tons te
vas a invitar la cena o que wero?’
No podía
creer el tono un poco mas ligero que tenia el jefe.
¿Me estaba
invitando a intercambiar un poco de auto-humillación
a cambio de dejarme ir?
‘Con lo que
nos alcance para unos tacos, con mucho gusto comandante,’ le dije mirándolo a
los ojos rojos como semáforos rojos pasados por los huevos.
‘Cht’ hizo
el ruido universal de ‘orale’ al subordinado de adelante y se sale y me abre la
puerta. Me salgo y otro me avienta mi ropa ahí a mis pies en la calle. Se
vuelve a subir al Ford nefasto y se alejan con llantas rechinando y
cagandose de risa los cuatro. Se quedaron con mi cartera y los pocos pesos que
me quedaban.
Nadie.
Obscuridad absoluta. Tierra, basura. Casuchas. A lo lejos, ladridos de perro
callejero.
Me sentí
desnudo por dentro y por fuera. ‘Esto si es desmadre,’ pensé.
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